Oaxaca ineludible, oaxaca avante.
ATENTOS A OAXACA.
"Tiempo es espacio interior. / Espacio es tiempo exterior." Novalis
CARTA ABIERTA A LA COMUNIDAD ACADÉMICA-ARTÍSTICA Y LO DEMÁS:
Por la confusión irrelevante de la vida
que es tremenda porque asesta la Belleza.
Jorge Fernández Granados
Lo que ocurre ahora en Oaxaca constituye un mirador inmejorable de nuestras posibilidades y contradicciones como sociedad, como ciudadanía participativa en busca de modos de organización y de hacer política desde la protesta y la manifestación pública. Tomar la calle se torna cardinal en una sociedad vejada, ignorada, violentada física, social, cultural y simbólicamente. Ya Simone Weil advertía que mucha de la opresión existente en las sociedades capitalistas se origina en la lucha por el poder, uno de los escultores de la historia y los abismos de la humanidad. En este caso observamos cómo un gobernante repudiado, corrupto y corruptor, es desconocido por amplios sectores de la población (y de todas las clases sociales). Sin duda no se trata de una mayoría aplastante (como dice la fallida y contraproducente propaganda antigubernamental) pero sí, y lo principal, creciente.
La torpe, negligente, autoritaria actuación gubernamental en todos los niveles se ha recrudecido. Su reacción frente a la oposición ciudadana muestran y demuestran su insensibilidad, impericia y desaseo en la realización de la política, esa actividad fundada en el diálogo honesto y la capacidad de lograr acuerdos y consensos. Sobra decir que todo ello estaba roto –para una porción de la sociedad oaxaqueña– desde antes incluso de que este paro magisterial, en sus inicios “habitual”, se desbordara y transformara en la movilización civil más importante de la historia reciente oaxaqueña. El malestar social no viene de hoy ni ayer, no fueron sólo el cinismo y saqueo, corrupción e incompetencia galopantes del actual gobierno en vías de extinción, ni el atroz gobierno muratista ni los desatinos y excesos de la administración diodorista; el descontento viene de siglos arriba, de décadas de regímenes priistas, esos saqueadores, asistencialistas, coaccionadores del voto, donde sólo se fueron ahondando las injusticias y las desigualdades más hirientes. Aquellos que sólo han gobernado desde el ethos caciquil.
En este contexto, en la realidad que nos alcanza a diario, la participación o la expresión de sectores importantes, aunque minoritarios, del entramado oaxaqueño no ha aparecido aún. Muchos, como es habitual en la clase media de la que proviene la mayoría, hemos optado por la indiferencia, el acercamiento distante y accesorio o de plano por la apatía. Mientras en nuestras casas, talleres, cubículos, computadoras, libros, violines todo siga en orden, su curso natural, lo que acontece al lado puede pasar inadvertido. O nos puede indignar, hartar; el cansancio legítimo de muchos ciudadanos que aún no conocen las razones y raíces inmensas de este conflicto oaxaqueño y sus “molestas” manifestaciones callejeras. Problema que nos atañe a todos y que a todos debiera incumbir. Es importante mencionarlo: mientras no haya conocimiento no habrá comprensión.
He observado que la comunidad académica-artística-cultural establecida en la ciudad de Oaxaca, sus alrededores y en el estado, se halla disgregada, de plano atomizada. Cada quien para su cauce y causas. Nada mal. Pero hay momentos en la vida, yo no sé (evocando a Vallejo), en que las circunstancias y sucesos no pueden seguir siendo ignorados, en que nuestra participación se vuelve imprescindible. Como creadores de valores de uso simbólico y estético, como investigadores sociales, científicos, como poseedores del tiempo insoslayable para la creación artística y académica, con el tiempo –es decir, el ocio– para desenvolver y florecer nuestras capacidades, no podemos enmudecer nuestra expresión frente a la corrupción política e institucional, la crisis social, la educación cada vez más deteriorada, la sangre derramada. Tampoco podemos ignorar, o lo peor, ni siquiera observar, los diversos ingredientes de este tejido complejo. Y es que Oaxaca no ha dejado de ser una sociedad colonial por antonomasia –con su discriminación, marginación, desigualdad vigentes– muy acentuada aunque no, por ejemplo, a los niveles ignominiosos de Chiapas y sus coletos (los mestizos que se niegan a sí mismos, cuando rechazan cualquier vinculación con uno de sus orígenes, la cultura mesoamericana).
Al desconocer los motivos y razones del entramado oaxaqueño ignoramos, entonces, parte de lo humano, de lo que supuestamente bebemos y expresamos a cabalidad y profundidad en nuestras labores. Y valgan las obviedades que expreso, pero al no comprender las contradicciones de la calle, es decir, la vida de la cotidianidad en su quehacer y ser diarios, las negamos. Paradojas del México contemporáneo: por ignorancia, la indiferencia y la omisión involuntaria cunden en aquella inmensa minoría que tradicionalmente sería refractaria a ellas.
Por lo anterior, convoco a una participación más decidida, menos tímida, menos intrascendente de nuestras voces. Convoco a que la palabra sea expresada, compartida, a que brote entre la arena o las grietas de la cantera y la memoria.
No sólo basta escribir cartas y que se publiquen por ahí, me sentaré y seguiré como si nada. Ilusa y cómoda posición, como uno más de los hábitos inamovibles de las clases medias, sólo pensamos en descargarnos de cualquier peso moral y proseguir (y no niego que esta misma invitación pueda ser parte de tal dinámica). Sin embargo, podemos quitarnos el peso moral, pero nunca estaremos éticamente desprovistos de toda responsabilidad. También por omisión muere gente. También por la inmovilidad y el silencio el deterioro y la polarización de la sociedad oaxaqueña continúan su desbarrancamiento. Mientras los sensibles, los creadores, las personas con preparación universitaria (o mayor a la media) hemos decidido sólo mirar, algo grave pasa en dicha sociedad y momento histórico.
Mucho de ello proviene del egoísmo cultivado y promovido por la leyes del mercado con las que muchos de nosotros hemos transigido. También de los coqueteos y colusiones de algunos con el poder. Pero, sobre todo, de la falta de comunicación entre los múltiples miembros de esta comunidad. El diálogo de las ideas, razones e imaginaciones en el gremio de los intelectuales (por llamarlo de algún modo) se ha mantenido ausente o de manera errática. Un intercambio de experiencias y concepciones del mundo posibilitaría un entendimiento mayor del otro y de las realidades circundantes. Pleno, rotundo y enriquecedor sería el diálogo multidisciplinario de acontecer. Y en ello deberíamos insistir. Comunicación (información), organización, participación, comprensión. Además, el arte es político, en la medida en que surge en el seno mismo de la polis, del espacio interno al público, como recordaba Jacques Derrida en algún texto. Se sabe que mientras no haya un lector, receptor de las ideas transmitidas –en cualquier soporte o tipo de expresión artístico-cultural –, no se completa la obra misma.
Por último, no nos olvidemos y recordemos lo que Spinoza sugería: “en lo concerniente a las cosas humanas, ni reír, ni llorar, ni indignarse, sino comprender”. Así con el entramado oaxaqueño, así con el estado actual del arte, así con las barricadas, la política o la astronomía.
¿Si la creación, la imaginación, la reflexión no están presentes ahora, aparecerán mañana, a la caída deseable del régimen?, ¿o seguirán ganando la inmovilidad, la omisión cómplice, el silencio?, ¿o hasta que la presumible represión estatal suceda, excesiva y lancinante como suele ser?
Comunicados, unidos, organizados, participantes: no a la indiferencia
Un saludo cordial y respetuoso,
Juan Pablornz
El sur como una larga,
lenta demolición.
El naufragio solar de las cornisas
bajo la putrefacta sombra del jazmín.
Rigor oscuro de la luz.
Se desmorona el aire desde el aire
que disuelve la piedra en polvo al fin.
Sombra de quién, preguntas,
en las callejas húmedas de sal.
No hay nadie.
La noche guarda ciegas,
apagadas ruinas, mohos
de sumergida luz lunar.
La noche.
El sur.
José Ángel Valente
Cuando la noche se levanta y se adensa, intangible, comienza el insomnio de este sitio. Mientras unos se refugian, temerosos, en sus encierros de bardas electrificadas o en sus casas precarias en las faldas de un cerro, otros salen a las calles espontáneamente para cortar el paso a aquellos comandos armados que han derramado sangre de civiles. Centenares más se concentran en cada una de los plantones desperdigados en toda la ciudad y alrededores. Semana y media en que sectores movilizados de la ciudadanía han impuesto un estado de sitio de facto. Paradoja del siglo XXI, los habitantes de un lugar levantan múltiples barricadas nocturnas como autodefensa frente a los aparatos represivos del Estado fuera de toda ley. No son vecinos integrantes de algún grupúsculo politizado o estudiantes de la Sorbona en el París de 1968, son ciudadanos ordinarios que decidieron que por su calle, al menos, no pasarán los convoyes terroristas.
Regresar a casa más allá de las once de la noche se torna laberíntico. No podría calcular cuántas barricadas surgen cada noche, pero salvamos por lo menos quince para recorrer cinco kilómetros (del centro al norte de la ciudad). Tenemos que circular en contrasentido sobre una de las avenidas principales. Y esto en un cuadrante reducido de la ciudad. Si estimamos las decenas de colonias, no resultaría una cantidad menor.
Mientras a nivel nacional ya se desnudan las estrategias de conveniencia entre los gobiernos estatal y federal, la gente no cae ni decae. Mientras en cadena nacional un inserto pagado anónimo (seguramente con nuestros impuestos) exige la “actuación de las fuerzas federales” en Oaxaca, la vida trastocada demora sus periplos. Si los días se suceden fugaces, las noches se espesan, como el atole al enfriarse, durante la madrugada insomne de los plantonistas. Centenares de oaxaqueños se relevan para levantar y cuidar las barricadas. Manera sui generis de transformar la calle, de retomar el espacio público para sí, de esas calles y esos espacios públicos dañados por las labores insultantes de gobierno. Barricadas que se erigen, sobre todo, en contra de los brazos aviesos de la guerrilla urbana comandada por Ulises “el ruin” o comandante URO, desde su despacho en la ciudad de México. Ya un colega corroboraba que, en efecto, en Oaxaca actúa una guerrilla urbana: los cabecillas se encuentran a salto de hotel operando, desde dónde organizan sus próximos ataques sorpresivos y cobardes. Paradoja mayor de este país latinoamericano: una guerrilla urbana dirigida por el gobernante “constitucionalmente electo” e integrada por policías (entre ellos –no lo dudemos– algunos sicarios de narcos), porros, delincuentes comunes –a los que les pagan 500 pesos por desmán–, en contra de ciudadanos armados de coraje, empecinamiento y tubos y piedras. Sobra decir que esos comandos han realizado sus “operativos de limpieza de vialidades” con impunidad lacerante.
Varios oaxaqueños se recluyen en sus burbujas territoriales y mentales, se refugian de los “vandalismos” de los emisarios de la reacción gubernamental que ellos creen (gracias a la desinformación y manipulación de los medios cómplices) provenientes de la parte insurrecta. Se trata de esa clase media (de amplio espectro) preocupada por sus bienes y medios obtenidos con denuedo, que teme perderlos si el estatus quo es cuestionado. De esa clase media indiferente y apática, tan cómoda (y respetable) en su posición (a)política. De ellos provienen los llamados a que el conflicto termine ya, sin decir irresponsablemente cómo ni bajo qué circunstancias. Esto da justificación al gobierno estatal y federal para la represión que se ve venir.
Oaxaca duele y nos duele. La descomposición social, de por sí ya presente, se ahonda y edifica de modo imparable. Mientras tanto la indiferencia continúa de modo infortunado. A la espera. En México como es habitual siempre llegamos tarde a todo, a la espera de que sea demasiado tarde. Mientras tanto, la manipulación e ignorancia informativa se propagan. Y los medios televisivos y radiales imponen a diario la percepción falaz de “un grupo minoritario que tiene secuestrado a la sociedad”. Irrisorio intento de descalificación. Contraproducente y peligrosa la reacción gubernamental, si piensa actuar basada en tales infundios, no dudemos que su “solución de fuerza” (que nunca, jamás, es una solución) resulte más incendiaria y atroz, desatando impredecibles derroteros en la movilización ciudadana.
Cuatro músicos llegaron a la ciudad, desembarcaron primero en una de las estaciones tomadas por el movimiento social. Leon Chávez Teixeiro y los pacientes (o prófugos) del psiquiátrico ahí interpretaron varias canciones de su autoría. En todo el estado pudieron ser escuchados León, Paco Barrios, “el Mastuerzo”, Mauricio Diaz “el Hueso” y Kátsica Mayoral. Cuando desperté, aparecieron en la sala de mi casa. Al día siguiente en excursión de aprendizaje, de radio en radio compartieron su voz, su ánima, su sensibilidad e inteligencia. Si un movimiento ciudadano llama la atención de aquellos concientes de la injusticia y el dolor, la ineptitud y tiranía de un gobierno como el oaxaqueño, es promisorio. La noche, la tenacidad de estos músicos y el fluir de sus guitarras y percusiones se conjugaron en un periplo que terminó al amanecer. Habían ofrecido con humildad y contundencia su solidaridad sonora, sus palabras reconfortantes, su creación. Antes de irse de la Oaxaca de las barricadas corroboraron que “el gobierno por sí mismo, el medio elegido por el pueblo para ejecutar su voluntad, es igualmente susceptible de originar abusos antes de que el pueblo pueda intervenir” (descrito por Henry D. Thoreau siglo y medio atrás), y el repudio a esto es el motor de este movimiento democratizador sin parangón. Se va la vida siempre, aunque a diario nos sorprende y conmueve.
¡No a la corrupción política y social, no al silencio, no a la indiferencia!