Desde la incandescencia del silencio

En unos días partiré  a la heroica República de Nicaragua. El pretexto es la celebración del II Festival internacional de poesía en Granada, en honor, esta ocasión, del poeta y traductor insigne José Coronel Urtecho. Uno de mis recuerdos más insistentes alrededor de América Latina es la revolución sandinista y su triunfo en la década de los 80. No hallé mejor momento para visitar brevemente esa tierra poderosa e históricamente ineludible y parte de mi imagiario temprano. Hacia el Sur hay que mirar, hacia el sur hay que dirigir nuestros pasos y esfuerzos. A Nicaragua, donde historia y poesía confluyen de modo cotidiano, aleccionador, aunque contradictorio.

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Antes la hoja en blanco era el problema. Escribir sobre el papel, sobre el vacío de lo no dicho todavía. Ahora es la pantalla vacía y el cursor parpadeante, a la espera. La escritura vacila. se tropieza, trastabilla y pergueña estas líneas tumefactas, insignificantes. Confío en que las palabras se agolpen y se tracen sin descanso. Quizás no hoy, ni mañana, después.

Olvidemos que existe el tiempo


Un diario no diario y no tan caro. Una bitácora apenas decidida. Meses corrieron antes de incursionar en esta lúdica actividad ubicada entre el ocio y el hábito. Esta suerte de divertimento contemporáneo con posibilidades múltiples que a penas acometo no me desvela. Tal vez, sólo revele lo prescindible de lo expresado, lo insufrible de lo vertido, la decepción de escribir a destiempo. (O sin Tiempo) En fin, intentemos olvidar el tiempo y fantasiemos con ser eternos.

En la búsqueda acompañémonos de lecturas febriles, de extravíos por la ciudad huida, de manos que nos desnuden y deslumbren, de ebullecentes cielos nocturnos; y lo básico: de la corriente eléctrica y del vasto y prolífico tiempo.

Ojalá.