24 dic 2007


Vaya este cuento navideño crudelísimo para constatar la contundencia de la belleza. Les comparto una relectura más de El llano en llamas escrito por un señor de nombre como de piedras desgastadas de tanto rumiar su espera: Juan Rulfo. Desde la poesía profunda de su prosa confío en encontrar cómplices de este gusto confirmado con el tiempo. Este libro contiene -casi todo en él es preciso e iridiscente como amanecer oaxaqueño- algunas de los relatos más entrañables de las letras latinoamericanas. Sin más, el sombrero me quito y todo, pero conste que no es mera adulación, cualquiera que recorra sus páginas, sea por primera o última vez, se topará con ese deslumbramiento, si no tiene inundados de polvo y hastío la sensibilidad.


Luvina, Juan Rulfo


(fragmentos)

De los cerros altos del sur, el de Luvina es el más alto y el más pedregoso. Está plagado de esa piedra gris con la que hacen cal, pero en Luvina no hacen cal con ella ni le sacan ningún provecho. Allí la llaman piedra cruda, y la loma que sube hacia Luvina la nombran cuesta de la Piedra Cruda.

[...]

Y la tierra es empinada. Se desgaja por todos lados en barrancas hondas, de un fondo que se pierde de tan lejano. Dicen los de Luvina que de aquellas barrancas suben los sueños; pero yo lo único que vi subir fue el viento, en tremolina, como si allá abajo lo tuvieran encañonado en tubos de carrizo. Un viento que no deja crecer ni a las dulcamaras: esas plantitas tristes que apenas si pueden vivir un poco untadas a la tierra, agarradas con todas sus manos al despeñadero de los montes. Sólo a veces, allí donde hay un poco de sombra, escondido entre las piedras, florece el chicalote con sus amapolas blancas. Pero el chicalote pronto se marchita. Entonces uno lo oye rasguñando el aire con sus ramas espinosas, haciendo un ruido como el de un cuchillo sobre una piedra de afilar.

[...]

-Por cualquier lado que se le mire, Luvina es un lugar muy triste. Usted que va para allá se dará cuenta. Yo diría que es el lugar donde anida la tristeza. Donde no se conoce la sonrisa, como si a toda la gente le hubieran entablado la cara. Y usted, si quiere, puede ver esa tristeza a la hora que quiera. El aire que allí sopla la revuelve, pero no se la lleva nunca. Está allí como si allí hubiera nacido. Y hasta se puede probar y sentir, porque está siempre encima de uno, apretada contra de uno, y porque es oprimente como una gran cataplasma sobre la viva carne del corazón.

[...]

San Juan Luvina. Me sonaba a nombre de cielo aquel nombre. Pero aquello es el purgatorio. Un lugar moribundo donde se han muerto hasta los perros y ya no hay ni quien le ladre al silencio; pues en cuanto uno se acostumbra al vendaval que allí sopla, no se oye sino el silencio que hay en todas las soledades. Y eso acaba con uno. Míreme a mí. Conmigo acabó. Usted que va para allá comprenderá pronto lo que le digo...


[Tomado de El llano en llamas, México: FCE, 1953]


17 dic 2007

Post mínimo

A mis muy escasos lectores: abandoné la escritura trivial del blog por actividades que me demandaron mi presencia absoluta, entre ellas visitar la red del modo más restringido posible y escribir cualquier cosa lejana al diario o debraye cibernético. Ahora, ya iniciado el ciclo de fiestas, reuniones y desvelos casi permanentes que la segunda mitad de diciembre depara, vuelvo a la sintonía y a la sucesión de digresiones y caprichos que conforman el sitio. Este post sólo quiere manifestarlo y agradecer a quien siga visitándolo en busca de mis palabras regularmente ateridas y cintilantes. Prometo mayor constancia y rigor mortis (je)

suyo quedo