25 dic 2010

Conocí a una mujer que olía a lluvia de verano, que llegó cual marejada, intensa, intempestiva pero acuática, irremisible... Fue ineludible e irrenunciable su mirada. Si de nuevo me topara con ella decididamente la seguiría. Y hasta el fin del mundo [labios de sal, duraznos como senos, manos de hielo, mentón de luna]. Pero era una tormenta y marejada muy joven, pasados los momentos in-tensos de su presencia vino la remisión. La huída, la desparición. Su olvido.

Lo demás es silencio.