4 sep 2006

Es necesaria una representación del mundo en el que exista el vacío, con el fin de que el mundo tenga necesidad de Dios. Eso entraña dolor.

Amar la verdad significa soportar el vacío y, por consiguiente, aceptar la muerte. La verdad se halla del lado de la muerte.

El apego es forjador de ilusiones, y sea quien sea el que pretenda lo real debe ser un despegado.

Nada poseemos en el mundo -porque el azar puede quitárnoslo todo-, salvo el poder de decir yo. Eso es lo que hay que entregar a Dios, o sea destruir. No hay en absoluto ningún otro acto libre que nos esté permitido, salvo el de la destrucción del yo.


Desde la soledad en llamas de Simone Weil, La gravedad y la gracia.