Escribir que no se puede escribir es como escribir que no se puede escribir porque no se puede escribir que no se puede escribir que no se puede escribir, etcétera.
Mal comienzo dirán, y tienen razón. Cada comienzo intuye su final. Así con el tiempo, así con la literatura.
Descubro que la noche me envuelve, me llama, gravito. He de dormir. Espero no soñar con palomas ahorcadas con el hilo de un papalote, como aquella tarde cuando (no) supe que no vendría.
Hoy te pienso. No volverás, tu mirada mira y es mirada por otras latitudes y encontrada por otras miradas. Cavilo, la cabeza retiembla. Los ojos palpitan, se cierran. Duelen.
A dormir, sin ti. Lo peor: sin mí.
Mal comienzo dirán, y tienen razón. Cada comienzo intuye su final. Así con el tiempo, así con la literatura.
Descubro que la noche me envuelve, me llama, gravito. He de dormir. Espero no soñar con palomas ahorcadas con el hilo de un papalote, como aquella tarde cuando (no) supe que no vendría.
Hoy te pienso. No volverás, tu mirada mira y es mirada por otras latitudes y encontrada por otras miradas. Cavilo, la cabeza retiembla. Los ojos palpitan, se cierran. Duelen.
A dormir, sin ti. Lo peor: sin mí.