De fiestas y funerales: Goran Bregovic y músicos oaxaqueños en comuniónA M. M.
Con una nieve de guanábana con tuna y su respectivo chorrito de mezcal comenzó el atardecer. En la Plaza de la danza se reunían ya numerosas personas. Los
diversos oaxacas se encontraron ahí, presenciarían uno de los acontecimientos culturales del año. Aunque las gradas llenas, en la plancha, frente al escenario, había un puñado de seguidores de Goran Bregovic. Él y su ensamble, junto con una orquesta de músicos oaxaqueños, iban a buscar lo imposible siempre posible: la comunicación mediante la música y sus efluvios. El mezcal y una mirada inesperada, cual ramas eléctricas, recorrían mi torrente sanguíneo.
La Orquesta Instrumenta, armada ex profeso, inició el concierto con un popurrí de temas oaxaqueños. Al terminar con la infaltable “Dios nunca muere”, el músico serbio y sus compañeros aparecieron para trastocar la noche. La ovación estalló y el movimiento corporal de los asistentes apenas se preparaba.
Bregovic preparó un recorrido consistente por su discografía. Autor de múltiples bandas sonoras para películas de Kusturica y otros tantos, visitó temas de
Tiempo de gitanos (1988),
La reina Margot (Chereau, 1993),
Underground (1995), pero fue la presentación casi completa de su disco
Historias y canciones de bodas y funerales (2002) el eje sobre el cual giró el concierto. Sin duda, “Ederlezi”, en voz femenina, significó uno de los puntos cimeros. Hacia el final, los puñados convertidos en multitud saltaban con los últimos acordes de “Kalashnikov”, una de sus piezas más conocidas. La música había hecho su efecto: dos conjuntos musicales de latitudes y tradiciones culturales distintas, más dos voces femeninas entrañables y un coro se acoplaron impecablemente. Se gozó como cuando la vida misma se te va de un soplo o te la bebes a sorbos inauditos de radicales OH.
Esta presentación musical de producción intachable ocurrió, un viernes de abril, en la ciudad de Oaxaca. Ojalá, al más alto solicitamos, se vuelva habitual algo semejante. Está claro que la oferta cultural se puede diversificar y ampliar
ad infinitum, en esta Oaxaca viva, abierta, palpitante.