5 sep 2008

Invierno en Mesoamérica

Llueven mis manos. Como si fuera insólito.
Los días se acortan y la luna sigue su curso.
También el desbarracamiento.
Hieren mis ojos la arena de tu exilio.
El fragmento se impone, también el lodo y el duelo.

Adieu, mon amour!, sí todas y todos, adiós.

Espero que nada me falte en la otra orilla.
En los lindes de la ausencia
busco mi sombra diluida.
Tras mi bilis derramada no queda sino silencio y
llama azul, casi extinta.
Pedazos de cristal supura mi lengua en lugar de palabras.
Te espero esperándome, sin mí de mí de nadie.

Adiós, en efecto, yo no estuve en Hiroshima, Kandahar ni Tlatelolco.
¿Puedo decir? ¿Y si no quiero callar?

(Sé cuán falaz es mi afasia, luego de debrayar decido no seguir, pero ya incrustado aquí mi delirio de esta noche.)