13 ago 2008

El extraño se reconoce en otro extraño, Mahmud Darwish

Somos uno en dos.
No tenemos nombre, extraña, cuando
el extraño se reconoce en otro extraño. De nuestro
jardín, tras nosotros, extraemos la fuerza de la sombra. Desvela
lo que quieras de la tierra de tu noche y esconde
lo que quieras. Hemos venido presurosos del poniente
de dos lugares y juntos hemos buscado
nuestra dirección: ve tras tu sombra
al oriente del Cantar de los cantares cual pastor de perdices
y encontrarás una estrella que ha habitado su muerte. Escala una montaña
abandonada y encontrarás un ayer que completa su rotación en mi mañana.
Encontrarás el lugar donde estábamos y donde, juntos, estaremos.
Somos uno en dos.
Ve al mar, al occidente de tu libro
y sumérgete, ligero, como si portaras
tu alma a su nacimiento en dos olas.
Encontrarás un bosque de algas marinas y un cielo
de agua verde. Sumérgete ligero,
como si no fueras nada en la nada,
y nos encontrarás juntos...
Somos uno en dos.
Nos falta ver cómo éramos aquí,
extraña, dos sombras que se abren y se cierran sobre lo que
ha tomado la forma de nuestra forma: un cuerpo que
en otro que desaparece en la ambigua dualidad desaparece y luego surge
eterna. Nos falta regresar a dos
para seguir abrazándonos. No tenemos nombre, extraña,
cuando el extraño se reconoce en otro extraño.

De El lecho de una extraña. Trad. de María Luisa Prieto. Madrid: Hiperión, 2005.