9 mar 2007

Por fin, algo propio, a ver si salva la prueba de la lectura ajena, siempre atenta, siempre sagaz...



En Nicaragua


La lumbre de una vela
delinea la tinta titubeante de mi voz.
La levedad de la escritura,
cual colibrí,
no sabe si posarse sobre este cuaderno cómplice,
si cavar surcos de memoria
o esperar una mano fértil.

Mi pensamiento -con lentitud-
penetra el aire tibio
que me envuelve.
Busco la mano, la hoja y la mirada recién acaecidas
en aquel lugar sin nombrar.
No encuentro.
Recibo,
tras aquella luz vacilante,
la certeza de una labor
que tal vez devenga oficio,
lluvia inasible,
sonrisa evanescente.

(febrero 2006)