24 jun 2009

A propósito de Luz silenciosa (Stellet Licht)



He de decir que esta obra me impresionó entrañablemente. No sólo la creo la más sustancial de de la filmografía de Carlos Reygadas hasta ahora, si no incluso una película mayor dentro de la historia del cine mexicano. Cuando por fin fue exhibida en México, generó un debate alrededor de su aparente falta de guión, de su "carencia de narración" y demás aproximaciones. Ahora, poco a poco, diré algo sobre ella y mi experiencia.

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Larguísimo plano de un amanecer, quince minutos de ver y sentir pasar el tiempo. Terminan las luces opalines del alba y desembocamos en el desayuno de una familia, arropados entre los muros de su cocina. Película sobre el transcurso de la vida humana, en toda su cotidianidad, en todo su acompasado ritmo. No nos deja indiferentes, demandándo gran atención, apertura y disposición.


La anécdota, relativamente sencilla y común, va de un hombre de familia que se enamora de otra mujer, sin dejar de amar a su esposa. La historia de una familia como cualquiera. Aunque de una sociedad rural y cerrada que vive enclavada en hábitos celosamente resguardados del afuera, como los menonitas del norte de México hablantes del plautdietsch, lengua de origen germánico.

Filmada con actores no profesionales y el equipo indispensable de rodaje, el resultado final es muy satisfactorio. Con planos fijos y planos secuencia cuidadosamente planeados, una puesta en escena magistral, naturalista, sin iluminación artificial, una fotografía excelente, Reygadas configura una atmósfera en la que la representación logra despojarse de su sensación de representación. Dreyer, Bergman, Tarkovski se han mencionado como referentes del cineasta, en esta obra se palpan las concomitancias, las reinterpretaciones, los homenajes. Pero no se prende de ellos como una parásito que sólo extrae la savia, también re-crea y con creces una atmósfera, historia y una tensión cinematográfica propias.

Autor de Japón (2002) y Batalla en el cielo (2005), Reygadas ha logrado, según yo, la mayor de sus cintas. Sin duda, la verdadera obra de arte, contestaria e incómoda, acarrea disgustos, decepciones y aguerridos detractores. Éste es uno de esos casos. Alabada por unos, denostada por otros, Luz silenciosa plantea que, pese a la inexistencia de un guión convencional, la finalidad del cine no sólo es contar historias (lastre de la literatura y teatro) sino comunicar. Esta pieza, en su aparente afasia y silencio narrativo, nos dice mucho más de lo que se dicen sus personajes y lo que la propia construcción de personajes plantea: expresar mucho más allá de lo meramente visto en pantalla.


Luz que avanza en silencio y que cada día repite su prodigio. Revelación de una lágrima que, fértil y amororsa, cambia la historia del mundo. Asistimos a una meditativa observación de la vida familiar y sus tribulaciones; vemos la vida pasar, el devenir. Que no nos distraiga su aparente vacío argumental, gocemos de una extraodinaria meditación, una más, inagotable e implacable, de la condición humana en sus más profundos cuestionamientos.