22 jun 2006

Oaxaca ahora, desde mi espacio

Estimada/os:
 
Antes ciertos comentarios que me han llegado creo pertinente comunicarles lo siguiente, antes de continuar con mis observaciones oaxaqueñas:
 
Yo, ciudadano oaxaqueño nacido en Xalatlaco (antigua villa zapoteca, hoy barrio de Oaxaca de Juárez), sanfelipense-sin-agua por adopción, chacahuense por elección, gusto de la música, la lectura y el cine, disfruto los interminables atardeceres oaxaqueños, las caminatas a Yagul, la ingente luz solar sobre el retablo excepcional de Sto. Domingo de Guzmán. Yo, ciudadano común, corriente y más normal de lo deseado, no milito en organización política, religiosa o económica alguna, recelo incluso de cualquier grupo que busque cotos de poder o fines lucrativos. Yo, ciudadano mexicano normal y corriente, hijo de académicos, nieto de maestra y maestro rurales durante el cardenismo, bisnieto de hombre zapatista y letrado, por un lado, y de militar porfirista, por el otro, bisnieto de mujer trabajadora y analfabeta, tataranieto de quién sabe quienes. Yo, ciudadano común y corriente, aprendí a leer y escribir en la escuela urbana federal tal y cual. Yo, ciudadano con suerte, común y corriente, cursé la licenciatura en una universidad pública. Yo, ciudadano afortunado, no tan común, he podido comer bien y siempre, he vestido siempre y bien, he contado con médicos homeópata, odontólogo, oftalmólogo, gastroenterólogo cuando fueron necesarios. Yo, ciudadano mexicano poco común, que no trabajé asalariadamente mientras estudié; que calzo tenis de marca alemana y un perfume francés de marca japonesa, pero no tengo televisión; que voy al cine, al teatro, a conciertos habitualmente, que leo Granta, El Clarín o Wire por Internet pero no uso teléfono móvil; que no voté en el 2000 por vivir en Dublín y no contar con la de elector, que puedo comprar (o robar) cuanto libro o disco o helado desee.   Yo, ese ciudadano no tan común, consumista y frívolo como cualquier otro, me inquieto e indigno con las inequidades   
-iniquidades– relatadas, vividas, sabidas, observadas a diario. ¿Por qué yo gozo de esas posibilidades mientras la gran mayoría en este país y planeta no? ¿Por qué sólo yo y unos pocos tuvimos tales alternativas? ¿Por qué me tocó vivir así? ¿Por qué la mayoría inmensa apenas piensa en comer al día? ¿Por qué tan pocos pueden nutrirse de Bach, Kandinski, Proust, los Revueltas o pensar en las otras muchas realidades de nuestro mundo o vivir otras experiencias?
Yo, ese mismo, soy el de los escritos incendiarios, el de los relatos exultantes, el de las preguntas insidiosas y urgentes. El que busca más preguntas a las interrogantes. El que no está de acuerdo con la usual comodidad-inmovilidad-indiferencia clasemediera enla que he vivido inmerso, pues mientras no busquemos incidir de algún modo en la realidad que no nos gusta, considero inútil todo aquello que podemos tener, que nos ha formado y determinado. El que apenas emerge de su modorra y obnubilación y silencio. El que busca informarse e informar. El que quiere   tantas cosas y logra tan poco, al caer abrumado por su propio peso. En fin, el que es en estas líneas. El que es al ser leído y debatido. El que sigue y seguirá escribiendo sobre Ligeti, Oaxaca, Canetti o el   insoslayable enjuiciamiento de gobernantes oprobiosos o sobre las oportunidades con que he contado de modo no tan justo.
 

            Yo, ese mismo, aquí continúo. Luego de mi libelo-crónica sobre el desalojo fallido, vuelvo con más calma. Primero aclaro, lo que ocurre en Oaxaca es un reflejo  diáfano de las contradicciones, luces y opacidades nacionales. Una oportunidad para ver qué está en juego en todo el país. Un laboratorio, pues. Una ventana de nosotros mismos. A lo largo de su historia, Oaxaca no había vivido represión estatal como la del miércoles 14 de junio de 2006. Pretender solucionar un conflicto social por medio de la violencia institucionalizada es un acto de acusada irresponsabilidad, autoritarismo y ceguera caciquil. Podríamos remitirnos a lo sucedido más de cinco lustros atrás en Juchitán de Zaragoza, cuando el fuego y marea del pri-gobierno intentó aplastar la decisión popular, que fue defendida de modo vehemente. Aquella ocasión salió triunfante la insurrección ciudadana y se instauró el primer municipio libre de México (al no ser gobernado más por el partido único).

            Circunstancias distintas se manifestaron la madrugada de este miércoles cenizo. Un plantón de miles de maestros en más de cincuenta cuadras del casco antiguo de la ciudad de Oaxaca, trastocando durante tres semanas y media las actividades   comerciales, sociales y de convivencia de esos espacios citadinos. Una dirigencia magisterial intransigente y corrompible. Un gobierno local inepto, torpe e incapaz de alcanzar acuerdos mínimos y que no escucha ni resuelve – en su ignorancia y soberbia – las reiteradas demandas sociales. Un gobierno federal ineficaz, corrupto e irresponsable, igualmente represivo y cómplice. [1] En pleno proceso electoral, el más desalentador y desgastante que recuerde convertido en estéril lucha por el poder, y a menos de tres semanas de las elecciones; justo cuando se afianza la farsa electoral y su inducción mediática. Una ciudadanía ya exhausta de ser utilizada por las disputas de los grupos de poder, cualesquiera que sean. Esos y otros ingredientes conformaron un cóctel denso y explosivo.

            El estado de postración y retroceso democrático, social y económico padecido por Oaxaca en los últimos años se ha recrudecido. Los últimos acontecimientos exhiben las negligentes e inoperantes acciones de un gobierno marcado desde su origen por la sospecha y el poder ilegítimo. Confirma su incapacidad de ejercer la política (entendida en su acepción original) y evidencia su imposibilidad de resolver los múltiples conflictos que más bien atiza. Reconozcamos, eso sí, que el gobierno en turno ha logrado algo inconcebible: los maestros le han volteado la tortilla, ya no apoyan al PRI y han rechazado las habituales prebendas y compra de conciencia de sus líderes. Como hace mucho, encabezan el malestar ciudadano. Ha logrado el magisterio capitalizar el descontento creciente, la insatisfacción generalizada frente a los múltiples agravios y torpezas gubernamentales. Como dicen por ahí: ¡el pueblo se cansa de tanta pinche transa!

 

            Como ejemplo de las acciones de desgobierno, bastan dos perlas de estos días oaxaqueños:

a)      Los policías intoxicados por sí mismos, es decir, por sus propios gases. Suena a chiste de gallegos o del primer Woody Allen (sobre todo Bananas). Lamentablemente eso ocurrió la mañana del miércoles 14 de junio de 2006, cuando la mayoría de los tres mil policías estatales fueron enviados a combate sin el mínimo equipo   para tales casos. Al no contar con las máscaras antigases (y cubrirse con ¡¡paliacates!!) y al desconocer las especificaciones del uso de las bombas lacrimógenas, lograron intoxicarse con su propio veneno. Los resultados consecuentes de tales negligencias fueron policías apedreados, intoxicados, heridos. En cualquier otro lugar del mundo esto hubiera representado un escándalo mayúsculo. Los trabajadores que no cuentan con la protección indispensable mínima para realizar sus labores deben denunciar en tribunales a quien resulte responsable por tan inicua y vergonzosa acción de gobierno. Sin embargo, otra lectura merece este gravísimo acto de zafiedad: los policías fueron utilizados como carne de cañón. Innegable resulta que   los policías provienen de las clases más precarias de la sociedad, quienes no tuvieron la oportunidad de estudiar ni de optar por otro trabajo. Como los policías también "son pueblo", quedó clarísimo frente a la opinión pública nacional e   internacional que les importa un bledo que sean madreados y autointoxicados. Lo que demuestra el desprecio profundo hacia el pueblo y las clases desfavorecidas, cultivado tanto por el gobierno estatal como el federal.

 

b)      Las obras del cerro del Fortín casi destinadas al fracaso. El derroche de recursos empleado en obras no prioritarias y otras, de plano, inútiles y ornamentales, desenmascara el rostro de las mismas: el desvío de recursos públicos, el enriquecimiento desmedido de constructoras de amigos y parientes, y el desaseo y corrupción al no licitar las obras públicas sino adjudicarlas sin concurso ni transparencia (coincidente con el gobierno del DF en el segundo piso del periférico). Al no contar con estudios de mecánica de suelos, de impacto ambiental y otros estudios básicos para cualquier construcción carretera, ponen en riesgo la viabilidad misma de la obra, la vida de centenares de personas que viven en las faldas de dicho cerro y la de los propios automovilistas, cuando esté terminado tal esperpento. Muy seguramente habrá deslaves y fallas recurrentes, que año a año tratarán de tapar burdamente.

 

Frente a esto y demás arbitrariedades documentadas por medios imparciales y organizaciones civiles, resulta previsible que la movilización ciudadana esté dispuesta a crecer y a desarrollarse. Organización civil que debe lograr la participación de todos o casi todos los actores sociales. El malestar ciudadano no sólo es de los profesores, de los campesinos, de los obreros, de sectores importantes de las clases medias y bajas y de ONG de derechos humanos; conocidos son los empresarios, pequeños comerciantes, académicos, profesionistas, artistas que ya han visto todo y no están dispuestos a seguir aceptando la negligencia y corrupción rampantes de este gobierno ilegítimo, hartos del saqueo y destrucción de los bienes naturales, culturales y sociales de Oaxaca. Esto último parece venir: dos días después de la represión, cerca de 200 mil personas coreando que ya caerá el del bigotito turbio, no pueden ser casuales y pasar inadvertidas.            

            Es insoslayable y necesario encontrar otras rutas y guías que le den cauce  a este naciente movimiento social. Debe salir de los corsés impuestos por el magisterio y hallar sus propios modos y medios de expresión. Para afianzar un movimiento amplio y plural 'exitoso' se debe reinventar el movimiento mismo. Desmarcarlo del movimiento magisterial, reconociéndole (y aprovechando) su capacidad organizativa y de movilización en todo el estado, pero volverlo sólo una parte del frente amplio y no la cabeza del mismo. Convocar a todos los sectores inconformes con el errático quehacer gubernamental a unir fuerza, voz y participación. Por un lado, seguir impulsando como ciudadanos la solución de las demandas magisteriales, pero por otro, moverse en pos del juicio político y penal en contra del desastroso gobierno oaxaqueño y sus allegados.

Me despido hasta el siguiente, esperando contar con sus puntuales observaciones, comentarios, divergencias, sugerencias y propuestas. Cualquiera que ya no desee recibir estos mensajes, hágalo saber en esta misma dirección. Gracias por su tiempo.

 

Información, participación, movilización, difusión.

 

Sinceramente

Juan Pablornz.

 

21 de junio de 2006.

www.oaxacadiario.blogsome.com

 

Ps: Como anexo a esta carta (en un mail posterior), incluyo una nota periodística publicada por El Universal que alimenta nuestro optimismo,  da sustento al rechazo e información a quien no lo sepa. No a las provocaciones del gobierno oaxaqueño, lo que ha ido armando y la marcha de hoy en su apoyo organizada por su partido y sectores afines son labores de contrainsurgencia típicas de los años sesenta y setenta. Se habla hasta de posibles francotiradores en dicha marcha que actuarán para justificar la futura represión -más en serio- del movimiento en su contra creciente. 



[1] Reveladora coincidencia que el mismo día de la irrupción policial,   El Universal publicara, como nota principal, los gastos excesivos en viajes al extranjero del secretario de Educación Pública, Reyes Tamez