19 feb 2006

Bajo la sombra de mi vida. Nota de Managua

Sentado en la Loma de Tiscapa, bajo la sombra rotunda de un Sandino de metal, me percibo indigno de todo. Un viento desatado, desbocado, me refriega la memoria obnubilada, mis brazos inermes de tan inútiles, la luz de la tarde encendiendo la insólita Managua, ciudad verdísima como pocas.
¿Por qué hoy supe de ti?
Aquí, en esta loma, yacen los restos de los calabozos de la Guardia Nacional de Somoza, como en Berlín las ruinas de las oficinas de la Gestapo o S.S. (ya no recuerdo) a una cuadra de la reinventada Potsdamer Platz. Vestigios del oprobio para acicatear la memoria, para evitar el siempre irresponsable (y cómodo) olvido histórico. Que huellas haya de lo pasado.
¿Por qué hasta hoy?
De modo lamentable me siento fuera de todo, lo peor, de mí mismo. A punto de que ocurra el ocaso yo canto agriamente mi hastío repentino. Pero, ¿no es el de cualquiera? Las aguas del Lago Xolotlán (o Managua) refulgen; al fondo brilla el cono inexpresable del Momotombo, el volcán cuya erupción última precipitó el final del León primero. Desde la loma que ofrece una panorámica de Managua, sentado físicamente en el centro de la historia y memoria nicas me afianzo en mi inanidad. Caminaré hacia el sur, sin duda, pero con un compromiso mayor; volveré, como acto de responsabilidad, a aquellos lugares que apenas fui trazando y conociendo. Volveré y ofreceré humildemente más allá de mi presencia sola y limitada.
¿Por qué de tal modo?
Este primer viaje ha sido un acercamiento tímido e ignorante, torpe y memorable, entusiasta y catártico como toda primera vez. Sin mucho más que decir, sin más con que distraer ssus menesteres me retiro. Muy usual resulta melancolizarse (cacofonizarse) cuando los viajes concluirán. No me comprendo. Ya otros han expresado mejor su desasosiego. Me voy por hoy.
Aún así, ¡¿dónde estás?!
¿cómo estás?
¿estás?