5 feb 2006

León de Nicaragua

Algunos sugieren que escriben para ser leídos por sus contemporáneos, otros tantos para sus amigos y los menos para sí mismos. Los más son aquellos que no escriben ni para unos ni otros, sino para ser tirado a la basura. Hay algunos, raros, que conjuntan lo anteriormente enlistado. Por último, de vez en cuando aparecen los que escriben para no ser leídos por nadie, ni escuchados por sus amigos ni vistos por sus vecinos, acaso para la trascendencia inasible, eso son los inexistentes.
En este caso -mi caso- todo lo contrario: para ustedes, carísimos lectores amigos coetáneos míos, escribo estas líneas leonesas. Ayer fue mi descripción del primer lugar visitado, hoy, brevemente, les hablaré de esta ciudad cuyo origen primigenio está a decenas de kilómetros de su ubicación actual. La erupción del volcán Momotombo -cono bellísimo- destruyó la ciudad a escasos años de su edificación, obligando que esta fuera reconstruida en el sitio donde hoy acontece.
A León poco le importa que no sea considerada patrimonio de la hominidad, poco le importa que Granada, la ciudad fresa de Nicaragua, le pelee el perfil de ciudad cultural. León de Nicaragua se sabe profundamente hermosa, se sabe la ciudad universitaria de Centroamérica por antonomasia. Se sabe cantera sandinista, se sabe revolucionaria. Se sabe con la Catedral más imponente de América luego de la de la Ciudad de México y la de Lima (del tipo de la de la catedral habanera). Con el calor incesante, esta ciudad bien vale unas líneas más exactas que éstas, bien vale un atardecer sobre sus cúpulas frágiles.
Mañana partiré de León pero con entusiasmo me quedaría un mes para ver pasar el tiempo mientras una pareja cruza en bicicleta la plaza principal o las banderas rojinegras ondean en pleno centro o un poeta en medio de una calle arenga a un doble invisible.
Mañana a Granada, vía Managua y Masaya. El marte inicia el Festival de Poesía, detonante de este viaje, pero no sé -a estas alturas- si satisfacción principal. Ahh, Nicaragua, nicaragüita... y sólo tengo unos tres días por aquí y mira cómo me arrebatas.

Agur!