3 mar 2010


Hace unas semanas regresé a la literatura voltáica de Guillermo Cabrera Infante. Me siento cercano por mis también aficiones/aflicciones por el cine, la literatura, la mujer, la ciudad natal, el cine... En cuanto al humor me falta un trecho muy largo Deslumbrado-estupefacto años ha por Tres tristes tigres la releeo hoy lentamente. El libro que me me abrió de nuevo a Cabrera es éste cuyo fragmento comparto. Espero les diga algo. Hace unos días anunciaron la publicacón de sus memorias, a un lustro de su muerte en el exilio londinense.


La ninfa inconstante, Guillermo Cabrera Infante

Según la física cuántica se puede abolir el pasado o, peor todavía, cambiarlo. No me interesa cambiarlo. No me interesa eliminar y mucho menos cambiar mi pasado. Lo que necesito es una máquina del tiempo para vivirlo de nuevo. Esa máquina es la memoria. Gracias a ella pueo volver a vivir ese tiempo infeliz, feliz a veces. Pero, para suerte o desgracia, sólo puedo vivirlo en una sola dimensión, la del recuerdo. El intangible conocimiento (todo lo que sé de ella) puede cambiar algo tan concreto como el pasado en que ella vivió. Una canción contemporánea parece decirlo mejor que yo: "Cuando el inmóvil objeto que soy/ encuentra esa fuerza irresistile que es ella". Los fotones pueden negar el pasado, pero siempre se proyectan sobre una pantalla -en este caso este libro. La única virtud que tiene mi historia es que de verás ocurrió.

Esta narración está siempre en el presente a pesar del tiempo de los verbos, que no son más que auxilios para crear o hacer creer en el pasado. Una página, una página llena de palabras y de signos, hay que recorrerla y ese recorrido se hace siempre ahora, en el mismo momento que escribo la palabra ahora que se va a leer enseguida. Pero la escritura trata de forzar la lectura a crear un pasado, a creer en ese pasado -mientras ese pasado narrado va hacia el futuro. No quiero que el lector crea en ese futuro, fruto de lo que escribo, sino que lo crea en el pasado de lo que lee. Son estas convenciones -escritura, lectura- lo que nos permite, a ti y a mí, testigo, volver a mis culpas, revisar si puedo, la persona que fui por un momento. Ese momento está inscrito en este libro: queda inscrito.


Del prólogo de La ninfa inconstante, Barcelona: Galaxia Gutenberg/Cículo de lectores, 2008.