30 ene 2008

Meditación sobre/desde la ciudad

Árboles destazados, mutilados para que no interrumpan, en su búsqueda del cielo, el flujo eléctrico de los cables; deformes crecen tras la imposición de la sierra eléctrica sobre sus brazos. Una mañana tan insípida de tan gris. Con penas la luz solar atraviesa la densa capa de óxidos carbónicos y nitrosos y demás metales al mayoreo. El silencio convertido en imposiblidad lacera cualquier búsqueda de introspección, cualquier intento de que la palabra fluya.

Así comienza la ciudad cada día. La ciudad y sus manos anudadas de luz artificial y velocidad infatigable. Aquí, en ellas, se construye la mayoría de la especie humana ahora. Y no hablo de ciudad específica, en todas pueden espigarse desolaciones como las referidas, contarse por docenas los árboles aniquilados. Con sus diferencias que las vuelven irrepetibles, con sus ateridos laberintos, cada ciudad nombra y define a sí misma. Y la gente vive y muere. Ah, y de pronto, ama. En esos espacios cada vez más inhóspitos. Inabarcable deseo de avasallarlo todo. De arrasar. La ciudad se destruye a sí misma sin empacho ni luna que lo soporte...

Pero -sobretodo- la ciudad permite el hallazgo y, desde el siglo XIX y la mentadísima -hasta por las piedras- modernidad, el extravío sin fin ni sentido. Ya Walter Benjamin, en multicitado comentario, afirma que perderse en una ciudad como si se perdiera uno en un bosque requiere de aprendizaje profundo y siempre inacabado. En mi caso, tres encuentros durante la noche urbana sellaron este día: uno premeditado y deseado; del resto uno imprevisto pero no improbable, y el otro, el más importante, plenamente incomprensible, "cagadísimo", casualidad de consecuencias aún sin definir. Cómo es posible encontrase a una mujer de intereses coincidentes en la misma estación, se suba al mismo autobús y se baje en la última parada, que te propone, luego del contacto visual y la conversación primera, le escribas la palabra u oración que resuma un recuerdo definitivo de tu historia personal en la superficie plástica de un curita porque es parte de un proyecto de instalación y que resulte amiga de tu hermano?

No lo sé aún y no importa. Sólo ocurrió. La grisura con que se levanta y duerme la ciudad -esta gran ciudad enferma- se diluye frente al encuentro(s) que en cualesquiera de sus intersecciones infinitas puede acontecer. Mientras la palabra perviva la inicuidad humana no matará del todo al árbol ni al recuerdo de su sombra. Pese al hacha y la ceguera.

1 Comments:

Blogger Darío Zetune said...

Hola. Llegando acá luego de varios linkeos.

Bueno el texto y más el cierre del mismo. Podría decirse que mientras haya palabra, sí, pero también, mientras haya poetas, porque "lo que perdura, lo fundan los poetas" (Hölderlin).

Saludos.

Sergio.

7/2/08 16:12  

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