23 mar 2009

dolor de cabez
a


des
ca
be za
do

20 mar 2009

Levísimo acercamiento a El miedo devora las almas
o la acritud de Rainer Werner Fassbinder




Una mujer y un hombre se conocen en un bar. Bailan sin mediar muchas palabra, se van del lugar. Se enamoran. Pareciera una historia de amor convencional, pero comienza el sinuoso caminar de una viuda sexagenaria y un inmigrante marroquí casi cuarentón. Un drama punzante sobre el amor interracial e intergeneracional, los prejuicios sociales aún tan arraigados y la sinuosidad de los sentimientos; en síntesis, sobre la imposibilidad de la felicidad.


Poderoso trabajo visual de Fassbinder que desmenuza las relaciones humanas jalonadas por la in/comprensión, la soledad absoluta y el deseo acuciante de ser queridos. Obra contundente del prolífico cineasta alemán, es uno de los amores filmados que calan hondo, derrochando verdad y hastío.


Rechazado por la Escuela de Cine de Berlín, Fassbinder (1945-1982) realizó en promedio tres películas anuales durante sus 16 años de carrera. No hay filme suyo que no impresione de algún modo. Recuerdo Las amargas lágrimas de Petra von Kant (1972), severa reflexión sobre la relación madre/hija, maestro/alumno, amantes, entre dos personajes femeninos en un ambiente claustrofóbico, entre lo Yasujiro Ozu y lo Douglas Sirk.


Muy rica la filmografía fassbinderiana: sus películas van del melodrama histórico (Effie Brest, El matrimonio de María Braun, Lili Marleen, Martha) hasta el filme experimental (El amor es más frío que la muerte, La tercera generación), pasando por la crítica feroz de la sociedad burguesa actual (Fox y sus amigos, Por qué corre el señor Amok) o miradas lacónicas y durísimas sobre el amor en tiempos de oprobio (Yo sólo quiero que me quieran, Un año con trece lunas, Querelle).


Mención aparte merece su monumental Berlín Alexanderplatz (1979/980), producción para la televisión alemana basada en la novela de Alfred Döblin, un film en trece partes y un epílogo. Hanna Schygulla, Margit Carstensen, Brigitte Mira serían algunas de sus actrices predilectas.


Como lo muestra El miedo devora las almas (Angst essen Seele auf, 1974), cada pieza fassbinderiana es un manifiesto estético y político que escruta la condición humana de éste y todos los tiempos. Su muerte repentina por una combinación tóxica de drogas legales e ilegales, en junio de 1982, marcó simbólicamente el fin del New German Cinema –que incluía a Kluge, Wenders y Herzog, entre otros–, una de las eclosiones creativas más impresionantes del cine alemán desde la década de los 20 del siglo pasado.



14 mar 2009

La muerte viste a la novia, Blanca Varela

el pulgar de hielo
levanta el párpado
y coloca una gota de oscuridad

se agranda la noche
y cada párpado
es una parda medialuna

el aire vela
el hedor de la vida
deja intacto el perfil

brillan con otra luz
cabello y labio
calla el mar en su oído

y ahora el cuerpo entero
libre de viejas sombras
se alisa para el último amor


De Canto villano. México: FCE, 1996.

2 mar 2009

Primera parada: Beirut

Con un programa que no sorprendió a sus seguidores conspicuos, la agrupación gringa tocó con entusiasmo pero no durante un tiempo que los escuchas hubiéramos esperado largo. 90 minutos bastaron para despachar buena parte de su discografía pero sin completarla. Hubo versiones de Postcards from Italy o The Scenic World a las que en mi opinión les faltó la entega y reinvención debidas. En su segunda presentación en el país (la primera un día antes), Beirut corroboró su solvencia musical, pero mostró que del Río Bravo hacia el norte siguen viéndonos entre curiosidad antropológica y consumidores pasivos y acríticos de sus producciones culturales. Lo peor, la versión turística despistada de un Brazil Brazil... Mejor hubieran tocado una versión cotorra del Dios nunca muere que tanto dicen le sorprendió a Zach Condon para impulsarlo a conocer Oaxaca, el centro de Mesoamérica.


Segunda estación: Cat Power

El lunes por la noche otro concierto. Ahora fue la voz blusera, miel de cristal quebrado, de Chan Marshall. En esta ocasión, visitó México con ánimo rockero que la emparentó demasiado creo yo, a quien le debe mucho, a la realmente grande Polly Jean Harvey. Piezas algunas atmosféricas, otras emotivas, construyo un recorrido atípico por su discografía. Por suerte no recurrió a las canciones más conocidas (y esperadas por buena parte de los asistentes). Al final de su presentación lanzó flores blancas a sus seguidores. Conciso, condensado, elegante, digno concierto.


Tercera estación: Devendra Banhart y su Megapuss

Tercera noche en el altiplano. Teatro de la ciudad. Dos guitarristas hispanoparlantes en un breve pero macizo concierto presentaron al menos dos versiones memorables: Sound and Vision de David Bowie y Just Can't Get Enough de Depeche Mode, y sólo una pieza de Banhart solista, de su más reciente Smokey Rolls... Luego diré más.


Cine, cine, cine, que toda la vida es cine.
El resto de mis días han trascurrido viendo películas. He pasado tantas horas frente a una pantalla de cine como dormido, creo yo. Ver cine es soñar despierto, a veces te fascinas y otras te afrentas o otras más, muchas más te horrorizas y desesperas. Como la vida misma. Como los sueños.

salut au monde!